martes, 16 de diciembre de 2014

Mozambique 13/07/2013

Sábado 13

Por la mañana viene el electricista, instala el enchufe y el técnico la instalación de Wifi.

Como por la tarde empieza el fin de semana y no se trabaja, Ana me propone un plan. Por la noche cenamos en un restaurante de lujo para introducirnos en la vida social de Beire y el domingo lo pasamos en la playa de no se donde, que es una maravilla. Un par de días antes, Vitorino pequeno me había pedido que le enseñara a utilizar un ordenador (ver fotos); no había visto ninguno y mucho menos usado; además se le notaba por lo que le costaba manejar el ratón y buscar las letras del teclado. Como temía que “la Dona” le llamase la atención por estar en el ordenador en vez de trabajando; así que me pidió que, si no me importaba, le ensañase a usarlo el domingo a partir de las 4. Esto me vino de maravilla ya que no me apetecía nada tener que aguantar a la bruja todo el domingo en la playa.
  • Ana, ¿y cuando volveríamos de la playa?
  • Cuando queramos ¿para que quieres saberlo?
  • Es que he quedado con Vitorino junior para enseñarle a utilizar el ordenador.
  • Yo no lo haría, en cuanto sepa como funciona, te lo roba.
Este era mi momento, el día anterior me acusó de insensible con los africanos por no preocuparme por i llevaba bicicleta con luces.
  • Ana, ¿porqué tratas a los africanos como si fueran ladrones?, según tú, todos te roban y tienes hasta que firmar las pilas.
La cara que puso manifestaba que le pregunta le cayó como un rayo.
Que llevo 18 años aquí, que me han robado no se cuanto miles de euros en gasolina, que patatín, que patatán.
Cuando la cosa “me queda clara”. Me dice: “Bueno como lo de venir el domingo a las 4 es un rollo, mejor cada uno va por su lado por la mañana y por la tarde atiendes a Vitorino. Ya iremos a la playa la semana que viene. ¡Bien!, el chaval, sin saberlo me ha sacado del apuro.
  • Esta tarde me quedaré trabajando aquí (en su gabinete), como siempre, si ves la puerta abierta, entras y si la ves cerrada, llamas y entras. A las nueve nos podemos ir a cenar.
Yo me voy a mi cuarto, me encierro y estoy con el ordenador hasta las 9 en punto que me presento en su puerta.
Fuimos a cenar a un restaurante chino que hay dentro de la urbanización de las ONGs. Es una zona residencial de acceso a través de una barrera protegida por guardias. La construcción está muy bien y se asemeja a los moteles de carretera españoles. Hay viviendas en alquiler, dotadas de un salón, un dormitorio, una cocina y un baño, por 1000 o 1500 dólares al mes (que bien viven las ONGs).
Me dio la impresión que me llevaba para aparentar que tiene pareja o para darle celos a alguien que seguro le dio la patada por insoportable; porque quedó muy contrariada al ver que estábamos solos. Comí muy bien, un pescado con verduras y un helado de chocolate. Lo que sobró, como siempre se lo lleva; el agua para beber y lo de los platos, para los perros. Luego nos dimos una vuelta en coche por la ciudad, para localizar los lugares de están de moda para ir la semana próxima. De ahí, nos fuimos a casa.

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